La cenicienta de la iglesia es la oración. Esta criada del Señor es despreciada y desechada porque no se adorna con las joyas del intelectualismo, ni las brillantes sedas de la filosofía, ni con la impresionante tiara de la sicología. Lleva los delantales de honesta sinceridad y humildad. No teme arrodillarse.
El defecto de la oración, humanamente hablando, es que no se apoya en la eficiencia mental. (Esto no quiere decir que la oración sea la aliada de mentes enfermas, sino que en éstos sólo se aprecia la eficiencia intelectual) Pero la oración requiere una sola cosa: espiritualidad. No se necesita indispensablemente la espiritualidad para predicar, esto es, para dar sermones con perfección homilética y exactitud de exégesis. Mediante una buena dosis de memoria, ciencia, ambición personal, desparpajo y una buena biblioteca bien cargada de libros, el púlpito puede ser conquistado por cualquiera en nuestros días. La predicación de este tipo puede influenciar a los hombres, la oración influye con Dios. La predicación afecta al tiempo, la oración a la Eternidad. El púlpito puede ser un escaparate para exhibir nuestros talentos; la oración significa lo contrario a exhibicionismo.
La tragedia de estos últimos tiempos es que tenemos demasiados predicadores muertos en los púlpitos dando sermones al pueblo. ¡Qué horror! Una extraña cosa he visto «debajo del sol»: que aun en círculos fundamentalistas se predica sin unción. ¿Qué es unción? Apenas lo sé. Pero sé lo que no es (o por lo menos sé cuándo no está sobre mi propia alma). Predicar sin unción mata en lugar de dar vida. El predicador falto de unción es unción.
Hermanos, podríamos bien apañarnos siendo solamente medio intelectuales (de la intelectualidad moderna) si fuéramos doblemente espirituales. Predicar es un negocio espiritual. Un sermón nacido de la mente alcanza simplemente la mente; un sermón nacido en el corazón, alcanza el corazón. Con la bendición de Dios un predicador espiritual producirá gente espiritual. Pero la unción no es una paloma que bate sus alas contra los cristales para entrar en el alma del predicador, sino que tiene que ser perseguida y alcanzada. La unción no puede ser aprendida cual arte, sino que debe ser ganada y conseguida por oración.
La unción es cual dinamita. La unción no viene por las manos del obispo, ni queda disipada cuando el predicador es puesto en prisión. La unción penetra y derrite, endulza y ablanda. Cuando el martillo de la lógica y el fuego del humano celo fracasan en abrir los corazones, la unción lo consigue. ¡Cuánta fiebre de construir iglesias existe actualmente! Sin embargo, sin predicadores ungidos estas alturas no se verán nunca rodeadas de ansiosos penitentes. Suponte que tuviésemos buques pesqueros con el mayor confort, el más moderno equipo de radar, instalación eléctrica y aparejos de pesca movidos mecánicamente, y les viéramos salir a alta mar y volver mes tras mes con bodegas vacías. ¿Qué excusa daríamos para su esterilidad? Sin embargo, millares de iglesias ven sus altares y hasta sus bancos vacios semana tras semana y año tras año, y cubren su estéril situación mal aplicando el versículo «Mi Palabra... no volverá a Mi vacía». (¡Digamos, de paso, que éste parece ser uno de los pocos textos que los dispensacionalistas olvidan que fue escrito para los judíos!)
El triste hecho es que el fuego de los altares está ardiendo muy débilmente o se halla apagado del todo. La reunión de oración está muerta o moribunda. Por nuestra actitud con respecto a la oración parecemos estar diciendo a Dios que lo que fue empezado en el espíritu podemos terminarlo en el poder carnal. ¿Qué iglesia pide a su candidato al pastorado cuánto tiempo emplea en oración? Sin embargo, a la luz de la historia os diría que un ministro del evangelio que no dedique dos horas diarias a la oración no vale un céntimo, sean cualesquiera los títulos que posea. La iglesia está hoy día acorralada a los lados del camino mirando con desaliento y vergüenza cómo los ingenios humanos de dos grandes potencias políticas se pavonean en medio de la carretera lanzando amenazas en contra de «todo lo puro, amable y de buen nombre>. Detrás sigue el cortejo de una poderosa organización eclesiástica nominal. En tanto, el diablo ha sustituido la doctrina cristiana de la regeneración por la reencarnación budista; al Espíritu Santo, por los espíritus familiares del espiritismo; los milagros, por las curaciones psicológicas de la Ciencia Cristiana; a Cristo, por el Ecumenismo capitaneado por Roma. Contra estos dos males gemelos, aunque aparentemente antitéticos, el sistema ateo y la organización religiosa nominal,
Si Dios nos llamó al ministerio, queridos hermanos, os digo que debemos empeñarnos en obtener la unción. Sobre todas las cosas buscadas, busca la unción, a menos que nos conformemos con altares estériles adornados de intelectualismo sin unción.
El defecto de la oración, humanamente hablando, es que no se apoya en la eficiencia mental. (Esto no quiere decir que la oración sea la aliada de mentes enfermas, sino que en éstos sólo se aprecia la eficiencia intelectual) Pero la oración requiere una sola cosa: espiritualidad. No se necesita indispensablemente la espiritualidad para predicar, esto es, para dar sermones con perfección homilética y exactitud de exégesis. Mediante una buena dosis de memoria, ciencia, ambición personal, desparpajo y una buena biblioteca bien cargada de libros, el púlpito puede ser conquistado por cualquiera en nuestros días. La predicación de este tipo puede influenciar a los hombres, la oración influye con Dios. La predicación afecta al tiempo, la oración a la Eternidad. El púlpito puede ser un escaparate para exhibir nuestros talentos; la oración significa lo contrario a exhibicionismo.
La tragedia de estos últimos tiempos es que tenemos demasiados predicadores muertos en los púlpitos dando sermones al pueblo. ¡Qué horror! Una extraña cosa he visto «debajo del sol»: que aun en círculos fundamentalistas se predica sin unción. ¿Qué es unción? Apenas lo sé. Pero sé lo que no es (o por lo menos sé cuándo no está sobre mi propia alma). Predicar sin unción mata en lugar de dar vida. El predicador falto de unción es
Hermanos, podríamos bien apañarnos siendo solamente medio intelectuales (de la intelectualidad moderna) si fuéramos doblemente espirituales. Predicar es un negocio espiritual. Un sermón nacido de la mente alcanza simplemente la mente; un sermón nacido en el corazón, alcanza el corazón. Con la bendición de Dios un predicador espiritual producirá gente espiritual. Pero la unción no es una paloma que bate sus alas contra los cristales para entrar en el alma del predicador, sino que tiene que ser perseguida y alcanzada. La unción no puede ser aprendida cual arte, sino que debe ser ganada y conseguida por oración.
La unción es la medalla divina concedida al predicador que como soldado ha luchado en oración y obtenido la victoria. La victoria no se obtiene en el púlpito disparando descargas intelectuales, sino en el retiro de la oración. Es una batalla ganada o perdida antes de que el predicador pise el púlpito.
La unción es cual dinamita. La unción no viene por las manos del obispo, ni queda disipada cuando el predicador es puesto en prisión. La unción penetra y derrite, endulza y ablanda. Cuando el martillo de la lógica y el fuego del humano celo fracasan en abrir los corazones, la unción lo consigue. ¡Cuánta fiebre de construir iglesias existe actualmente! Sin embargo, sin predicadores ungidos estas alturas no se verán nunca rodeadas de ansiosos penitentes. Suponte que tuviésemos buques pesqueros con el mayor confort, el más moderno equipo de radar, instalación eléctrica y aparejos de pesca movidos mecánicamente, y les viéramos salir a alta mar y volver mes tras mes con bodegas vacías. ¿Qué excusa daríamos para su esterilidad? Sin embargo, millares de iglesias ven sus altares y hasta sus bancos vacios semana tras semana y año tras año, y cubren su estéril situación mal aplicando el versículo «Mi Palabra... no volverá a Mi vacía». (¡Digamos, de paso, que éste parece ser uno de los pocos textos que los dispensacionalistas olvidan que fue escrito para los judíos!)
El triste hecho es que el fuego de los altares está ardiendo muy débilmente o se halla apagado del todo. La reunión de oración está muerta o moribunda. Por nuestra actitud con respecto a la oración parecemos estar diciendo a Dios que lo que fue empezado en el espíritu podemos terminarlo en el poder carnal. ¿Qué iglesia pide a su candidato al pastorado cuánto tiempo emplea en oración? Sin embargo, a la luz de la historia os diría que un ministro del evangelio que no dedique dos horas diarias a la oración no vale un céntimo, sean cualesquiera los títulos que posea. La iglesia está hoy día acorralada a los lados del camino mirando con desaliento y vergüenza cómo los ingenios humanos de dos grandes potencias políticas se pavonean en medio de la carretera lanzando amenazas en contra de «todo lo puro, amable y de buen nombre>. Detrás sigue el cortejo de una poderosa organización eclesiástica nominal. En tanto, el diablo ha sustituido la doctrina cristiana de la regeneración por la reencarnación budista; al Espíritu Santo, por los espíritus familiares del espiritismo; los milagros, por las curaciones psicológicas de la Ciencia Cristiana; a Cristo, por el Ecumenismo capitaneado por Roma. Contra estos dos males gemelos, aunque aparentemente antitéticos, el sistema ateo y la organización religiosa nominal,
¿qué tiene la verdadera Iglesia Cristiana para ofrecer?
La mayor somnolencia; tanto en el púlpito como en la Prensa ha tomado el lugar de la contraofensiva religiosa de siglos pasados. Hasta Roma ya no nos llama protestantes, sino acatólicos, o hermanos separados. ¿No es esto significativo? ¿Quién contiende hoy eficazmente por la fe una vez dada a los santos? ¿Dónde están nuestros valientes guerreros de los púlpitos? Los predicadores, que deberían estar «pescando hombres», están buscando cumplimientos y halagos humanos. Los predicadores, que antes sembraban semillas, siembran ahora perlas de intelectualismo. (¡Imaginaos qué cosecha produciría un terreno sembrado con perlas!) ¡Muera con esta predicación paralítica que carece de poder porque ha sido engendrada en una tumba en vez de en una matriz viva, pues procede de un alma sin fuego del Espíritu Santo, ni oración!
Si Dios nos llamó al ministerio, queridos hermanos, os digo que debemos empeñarnos en obtener la unción. Sobre todas las cosas buscadas, busca la unción, a menos que nos conformemos con altares estériles adornados de intelectualismo sin unción.
Nuestra oración, sin embargo, necesita ser engendrada y perseguida con una energía incansable, una persistencia imperturbable y un valor que nunca desfallezca. E.M. Bounds
Pero vosotros, amados, edificaos en vuestra santísima fe, ORANDO EN EL ESPIRITU SANTO.
Judas
¡Oh!, que podamos ser nosotros profundamente conmovidos por el estado languideciente de la Causa de Cristo hoy día sobre la tierra, por las entradas del enemigo y las desolaciones que ha producido en Sión. ¡Ay!, que un espíritu de indiferencia, o por lo menos de fatalístico estoicismo, nos mantiene helados a muchos de nosotros.
A.W. Pink
La oración era la ocupación preeminente de su vida.
El biógrafo de Edwin Payson
Días enteros y semanas ha pasado postrado sobre el suelo en oración silenciosa o audible.
George Whitefield
Todos los despertamiento empiezan en la cámara secreta; ningún corazón arde en fe sin mucha conversación secreta con Dios, y nada puede sustituir su falta.
Berridge
Me parecía como si hubiera bajado del cielo y estuviera enajenado en Dios; a menudo, cuando solía de orar, estaba blanco como la pared.
Un amigo comentando su estancia con Tersteegen en Kronenberg
Por encima de todas las cosas, consigue Unción
Reviewed by Trono de Gracia
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octubre 06, 2009
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UPS
ResponderEliminaresta clase articulos hacen falta hoy en dia para el pueblo cristiano ya que lamentablemente y por culpa e nosotros estamos cayendo muy bajo!!!!
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