Por John MacArthur
Como seguidores genuinos del Señor Jesucristo, no hay razón para temerle a nada. Mucho antes de que Cristo viniera al mundo, a los creyentes en Dios se les alentaba a no temer: "El temor del hombre pondrá lazo; mas el que confía en Jehová será exaltado." (Pr. 29:25). El apóstol Pablo exhorta a Timoteo con las mismas líneas: "Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardia [temor], sino de poder, de amor y de dominio propio. Por tanto, no te avergüences de dar testimonio de nuestro Señor, ni de mí, preso suyo, sino participa de las aflicciones por el evangelio según el poder de Dios" (2 Ti. 1:7-8).
El temor es una emoción poderosa que puede debilitarnos y desalentarnos cuando nos enfrentemos a un grupo de retos en la vida. Ciertamente puede operar en el contexto de las competencias deportivas. La penosa e inspiradora historia del patinador de velocidad norteamericano Dan Jansen durante las tres últimas Olimpiadas de Invierno constituye una buena ilustración de cómo el temor puede inhibir el rendimiento. Su odisea comenzó en los Juegos de Invierno de 1988 en Calgary, Canadá. Alli, como campeón mundial de sprint, tenia posibilidades de ganar una medalla en la carrera de 500 metros o en la de los 1,000 metros, de no ser en ambas. En cambio, sufrió el desengaño de caerse durante ambas carreras y no poder terminar ninguna de las dos. como las carreras se celebraron justo después de la muerte de su hermana, los fracasos decepcionantes de Jansen se les atribuyeron a la aflicción emocional comprensible que cualquiera podría sentir en un período de tragedia familiar.
La prueba de frustración de Dan Jansen lo siguió a las próximas Olimpiadas de Invierno en Albertville, Francia en 1992. Se esperaba que ganara al menos una medalla en patinaje de velocidad, pero nuevamente fracasó en ambas carreras, la de 500 metros y la de 1,000 metros. En esas ocasiones no se cayó, pero he aquí como describe él su esfuerzo en los 500 metros:
"Lo que sucedió fue que patiné en una carrera que solo puedo describir como de indecisión. Me veía bien. No resbalé. Pero aún así algo impidió explotar al máximo mi capacidad" (Dan Jansen con Jack McCallum, Fuil Circle: An 0lympic Champion Shares His Breakthrough Story [El círculo completo: Un campeón olímpico habla de su historia] (Nueva York: Villard Books, 1994].
Condensado en Reader's Digest, Noviembre 1994, 228).
En el planteamiento de Dan está implícito un elemento de temor, quizás proveniente de sus fracasos pasados, que le impidió rendir al máximo en su competencia. (Su historia finalmente tuvo un final feliz en las Olimpiadas de Invierno de 1994 en Lillehammer, Noruega, cuando ganó la medalla de oro con un tiempo récord en los 1.000 metros.)
La vida cristiana en ocasiones se asemeja a la lucha de Dan Jansen con el temor. Muchas veces los creyentes reaccionan con temor cuando les sobreviene el sufrimiento o la decepción. Como tantos cristianos no esperan pruebas como esas y por ende están lidiando con lo desconocido, el temor puede ser más doloroso e intenso. Pero Jesús alentó y exhortó a sus discípulos en su discurso del Aposento Alto a no tener miedo: "La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo" (Jn. 14:27). Esta promesa también constituye una ratificación poderosa para nosotros de que el Espíritu siempre está presente, lo que significa que no nos es necesario vivir debajo de una nube de temor.
En Mateo 10 Jesús nos da otro antídoto fuerte para el temor al sufrimiento o la persecución. Él expresa el tremendo valor que Dios pone en la vida de cada creyente: "¿No se venden dos pajarillos por un cuarto? Con todo, ni uno de ellos cae a tierra sin vuestro Padre. Pues aun vuestros cabellos están todos contados. Así que, no temáis; más valéis vosotros que muchos pajarillos" (vv. 29-31).
Jesús, de acuerdo con su práctica frecuente, usó una ilustración terrenal con objetos comunes y corrientes para hacerse entender. Aquí Él usa pequeñas aves (pajarillos), que con frecuencia se comían como plato fuerte. Su planteamiento sobre la caída de las aves a la tierra implica un conocimiento y cuidado preciso por parte de Dios hacia sus criaturas más pequeñas. En algunos textos griegos el equivalente de "caer" se traduce "saltar" Dios no solo sabe cuando mueren los pajarillos, sino que Él sabe cuando saltan, algo que hacen todo el tiempo.
Jesús amplía un poco más su ilustración diciendo que Dios tiene contados cada uno de los pelos de nuestras cabezas (v. 30). Como se estima que la cabeza humana promedio tenga 140,000 pelos. Dios ciertamente conoce íntimamente a cada individuo.
El objetivo de la ilustración de Jesús es sencillamente el siguiente: Si Dios cuida de pequeños pajarillos y tiene contados cada uno de los pelos de la cabeza de una persona, ciertamente Él se preocupa por lo que le suceda a nuestras mentes, cuerpos y nuestras almas eternas. Él se preocupa por nuestro bienestar y nuestro bien máximo. Ninguna situación, no importa cuan mala o prolongada nos pueda parecer, se sale de la capacidad de Dios para sustentarnos. Por eso no hay cabida para el temor debilitante (v. 31; vea también 6:30-34).
_________________________________________________________________ Extraído del libro de John MacArhur, "El poder del sufrimiento" cap V pp 96-98
Como seguidores genuinos del Señor Jesucristo, no hay razón para temerle a nada. Mucho antes de que Cristo viniera al mundo, a los creyentes en Dios se les alentaba a no temer: "El temor del hombre pondrá lazo; mas el que confía en Jehová será exaltado." (Pr. 29:25). El apóstol Pablo exhorta a Timoteo con las mismas líneas: "Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardia [temor], sino de poder, de amor y de dominio propio. Por tanto, no te avergüences de dar testimonio de nuestro Señor, ni de mí, preso suyo, sino participa de las aflicciones por el evangelio según el poder de Dios" (2 Ti. 1:7-8).
El temor es una emoción poderosa que puede debilitarnos y desalentarnos cuando nos enfrentemos a un grupo de retos en la vida. Ciertamente puede operar en el contexto de las competencias deportivas. La penosa e inspiradora historia del patinador de velocidad norteamericano Dan Jansen durante las tres últimas Olimpiadas de Invierno constituye una buena ilustración de cómo el temor puede inhibir el rendimiento. Su odisea comenzó en los Juegos de Invierno de 1988 en Calgary, Canadá. Alli, como campeón mundial de sprint, tenia posibilidades de ganar una medalla en la carrera de 500 metros o en la de los 1,000 metros, de no ser en ambas. En cambio, sufrió el desengaño de caerse durante ambas carreras y no poder terminar ninguna de las dos. como las carreras se celebraron justo después de la muerte de su hermana, los fracasos decepcionantes de Jansen se les atribuyeron a la aflicción emocional comprensible que cualquiera podría sentir en un período de tragedia familiar.
La prueba de frustración de Dan Jansen lo siguió a las próximas Olimpiadas de Invierno en Albertville, Francia en 1992. Se esperaba que ganara al menos una medalla en patinaje de velocidad, pero nuevamente fracasó en ambas carreras, la de 500 metros y la de 1,000 metros. En esas ocasiones no se cayó, pero he aquí como describe él su esfuerzo en los 500 metros:
"Lo que sucedió fue que patiné en una carrera que solo puedo describir como de indecisión. Me veía bien. No resbalé. Pero aún así algo impidió explotar al máximo mi capacidad" (Dan Jansen con Jack McCallum, Fuil Circle: An 0lympic Champion Shares His Breakthrough Story [El círculo completo: Un campeón olímpico habla de su historia] (Nueva York: Villard Books, 1994].
Condensado en Reader's Digest, Noviembre 1994, 228).
En el planteamiento de Dan está implícito un elemento de temor, quizás proveniente de sus fracasos pasados, que le impidió rendir al máximo en su competencia. (Su historia finalmente tuvo un final feliz en las Olimpiadas de Invierno de 1994 en Lillehammer, Noruega, cuando ganó la medalla de oro con un tiempo récord en los 1.000 metros.)
La vida cristiana en ocasiones se asemeja a la lucha de Dan Jansen con el temor. Muchas veces los creyentes reaccionan con temor cuando les sobreviene el sufrimiento o la decepción. Como tantos cristianos no esperan pruebas como esas y por ende están lidiando con lo desconocido, el temor puede ser más doloroso e intenso. Pero Jesús alentó y exhortó a sus discípulos en su discurso del Aposento Alto a no tener miedo: "La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo" (Jn. 14:27). Esta promesa también constituye una ratificación poderosa para nosotros de que el Espíritu siempre está presente, lo que significa que no nos es necesario vivir debajo de una nube de temor.
En Mateo 10 Jesús nos da otro antídoto fuerte para el temor al sufrimiento o la persecución. Él expresa el tremendo valor que Dios pone en la vida de cada creyente: "¿No se venden dos pajarillos por un cuarto? Con todo, ni uno de ellos cae a tierra sin vuestro Padre. Pues aun vuestros cabellos están todos contados. Así que, no temáis; más valéis vosotros que muchos pajarillos" (vv. 29-31).
Jesús, de acuerdo con su práctica frecuente, usó una ilustración terrenal con objetos comunes y corrientes para hacerse entender. Aquí Él usa pequeñas aves (pajarillos), que con frecuencia se comían como plato fuerte. Su planteamiento sobre la caída de las aves a la tierra implica un conocimiento y cuidado preciso por parte de Dios hacia sus criaturas más pequeñas. En algunos textos griegos el equivalente de "caer" se traduce "saltar" Dios no solo sabe cuando mueren los pajarillos, sino que Él sabe cuando saltan, algo que hacen todo el tiempo.
Jesús amplía un poco más su ilustración diciendo que Dios tiene contados cada uno de los pelos de nuestras cabezas (v. 30). Como se estima que la cabeza humana promedio tenga 140,000 pelos. Dios ciertamente conoce íntimamente a cada individuo.
El objetivo de la ilustración de Jesús es sencillamente el siguiente: Si Dios cuida de pequeños pajarillos y tiene contados cada uno de los pelos de la cabeza de una persona, ciertamente Él se preocupa por lo que le suceda a nuestras mentes, cuerpos y nuestras almas eternas. Él se preocupa por nuestro bienestar y nuestro bien máximo. Ninguna situación, no importa cuan mala o prolongada nos pueda parecer, se sale de la capacidad de Dios para sustentarnos. Por eso no hay cabida para el temor debilitante (v. 31; vea también 6:30-34).
_________________________________________________________________ Extraído del libro de John MacArhur, "El poder del sufrimiento" cap V pp 96-98
El Siervo de Dios no le teme al mundo
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diciembre 18, 2012
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