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El Concepto que Dios tiene de los perdidos


No hay otro punto en que la fe se ponga más a prueba que cuando se trata de aceptar el concepto divino tocante al estado presente y el destino de todos los que son salvos; sin embargo, este concepto se halla en las páginas sagradas, y es tanto una parte de la revelación de Dios como lo es la descripción atractiva que él hace de los salvos en el cielo. El hombre lucha en vano por librarse de la enseñanza terrible y sombría respecto a los perdidos, mientras se esfuerza al mismo tiempo por retener la consolación y luz de la verdad referente a la bienaventuranza de los redimidos. Aun la mente ciega, no regenerada, debe convencerse de lo irrazonable que es el seleccionar en el todo armónico de la revelación divina tan sólo los elementos que son deseables para el ser humano. Quien desecha a su antojo el cuadro lúgubre que pone de manifiesto la condición de los inconversos, ha renunciado a todo derecho de proclamar la autoridad de las Escrituras y se ha despojado a sí mismo de toda base de certidumbre en aquellas porciones bíblicas que revelan el estado de los que tienen la vida eterna.

El hombre tiende a omitir la línea divisoria que la Biblia establece claramente entre los salvos y los perdidos. El se dedica a las cosas temporales y visibles, y es ciego, por naturaleza, en cuanto a las cosas eternas las cuales son invisibles (1Co 2:14; 2Co 4:3-4, Jn 3:3).

Se inclina a pensar que la salvación es el resultado de cierta manera de vivir, tanto moral como religiosa, más que un estado producido por el poder de Dios. Toda exhortación a favor de ciertas reformas en la vida le parece “práctica” y “razonable”, y considera de poco valor la invitación bíblica a ejercer fe personal en la gracia y el poder salvador de Dios. Debido a la nueva vida que ha recibido del Señor, el que es salvo puede vivir en un nivel más elevado que el del inconverso, y ciertamente vivirá allí; pero el solo intento de vivir en un plano superior no puede impartir la nueva vida o salvar al que está perdido. Según la Biblia, los no salvos son todos aquellos que no han sido aceptos delante de Dios a base de la confianza depositada, personalmente, en el Salvador crucificado y resucitado. Por lo tanto, de acuerdo a las condiciones divinas para la salvación del pecador, todas las personas que no pasan de ser morales y religiosas no pueden contarse entre los ya redimidos. Pablo oró por Israel “para salvación” (Ro 10:1-2), pero hay  que recordar que por quienes él así oraba eran los mismos que, según el testimonio del apóstol en este pasaje, tenían “celo de Dios”  y procuraban establecer su propia justicia. Además, ellos ayunaban, oraban y daban los diezmos de todo lo que poseían; sin embargo, a pesar de todo esto, el fiel apóstol oraba para
que fueran salvos. Es obvio que en su mente, el hecho de ser salvo era mucho más que el  esfuerzo diligente realizado en las prácticas morales y religiosas.

La Biblia hace una clara distinción entre los salvos y los que no lo son, y de hecho, en su clasificación ignora completamente lo que parezca razonable en la esfera humana. Ella basa sus distinciones en las necesidades y provisiones eternas dentro de la esfera más amplia del reino de Dios. Aquí, no se consideran en primer lugar los asuntos importantes de la conducta y el servicio. La realidad de una naturaleza nueva es más bien el objetivo primario, y no existen buenas obras que lo substituyan. Es tan terrible para un miembro de cierta iglesia, o para un pastor, el estar perdido, como lo es para cualquiera otra persona. De hecho, no existe nada (ser miembro de una iglesia, guardar ciertas ordenanzas, o ser pastor) que tome el lugar del requisito bíblico para la salvación o mitigar la condenación final que se asegura para los que rechazan al Salvador. Las cinco vírgenes que poseían toda la apariencia externa de ser amigas genuinas del esposo y que profesaban serlo, carecían no obstante del aceite que es el símbolo de la vida divina. A pesar de toda su externa religiosidad tuvieron que oír el abrumador “no os conozco”.
“No todo el que me dice Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí, apartaos de mí, hacedores de maldad” (Mt. 7:21-23)
“Respondió Jesús y les dijo: Esta es la obra de Dios, que creáis en el que él ha enviado” (Jn6:29). 

El estado del que no es salvo se describe en la Biblia por medio de términos positivos: 


  1. “Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido” (Lc. 19-10)
  2. “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo Unigénito, para que todo aquel que en el cree, no se pierda, más tenga vida eterna. El que en él cree, no es condenado, pero el que no cree ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios. Y esta es la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas. Porque todo aquel que hace lo malo, aborrece la luz y no viene a la luz, para que sus obras no sean reprendidas” (Jn 3:16-20)
  3. El que cree en el Hijo tiene vida eterna, pero el que desobedece al Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él” (Jn 3:36)
  4. “Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer. El ha sido homicida desde el principio, y no ha permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, de suyo habla; porque es mentiroso, y padre de mentira” (Jn 8:44)
  5. “En los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia” (Ef 2:2). “Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos, los adulterios, las fornicaciones, los homicidios, los hurtos, las avaricias, las maldades, el engaño, la lascivia, la envidia, la maledicencia, la soberbia, la insensatez. Todas estas maldades de dentro salen, y contaminan al hombre” (Mr. 7:21-23). 

En Efesios 2:1-2 el contraste entre el salvo y el no salvo se presenta primero en relación con la diferencia entre el poseer y el no poseer la vida de Dios:
“Y el os dio vida a vosotros cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados, en los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia
“La muerte” aquí mencionada no es física, porque se dice que los que están “muertos” en delitos y pecados, andan siguiendo la corriente de este mundo. Las aspiraciones de este andar se centran en las cosas que pertenecen al alma mundanal. También, su andar es “conforme al príncipe de la potestad del aire (Satanás), el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia”.

Esta clasificación de “hijos de desobediencia” incluye a todos los que no han recibido la “vida” por el poder de Dios. La desobediencia en este pasaje es un estado del ser, y es federal y representativa
“Porque así como por la desobediencia de un hombre (Adán) los muchos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno (Cristo) los muchos serán constituidos justos” (Ro 5:19). De modo que el hecho de que el ya salvo es acepto delante de Dios es también un estado  y es federal o representativo más bien que personal.

Por estar en Cristo, el que ha sido salvo es un hijo de obediencia; por estar en Adán, el incrédulo es un hijo de desobediencia. En Adán, el hombre es desobediente y está perdido; en Cristo, es obediente, justo y acepto delante de Dios (Ro 5:19; Ef 1:6)

Cristo se hizo “obediente hasta la muerte, y muerte de cruz”. Ante la santidad infinita de Dios, ninguna persona, salva o no, puede pretender que a base de sus propios méritos es obediente y justa; por otra parte, el individuo más débil que está en Cristo, debido a esta posición espiritual, es un hijo de obediencia ante los ojos de Dios.

Se dice también en Efesios 2:1-2 que en todos los hijos de desobediencia, cualquiera que sea su profesión o conducta, Satanás es el poder que se halla en operación. La energía de este ser poderoso puede promover refinamiento, educación, cultura y las exterioridades de una religión, pues su conflicto no es en estas virtudes. Su enemistad se dirige inteligentemente contra la gracia salvadora de Dios, lo cual es un asunto por completo diferente del que presentan los problemas de la conducta personal.

Así como todas las esferas de la actividad actual de los no salvos son movidos por el poder de Satanás. De la misma manera, el poder de Dios opera en los ya salvos:
“Porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer por su buena voluntad” (Fil 2:13) testifica que no hay tal cosa como una vida que pueda llamarse independiente. Los hombres reciben su poder ya sea de Dios o de Satanás, los ya salvos, por el Señor.

El estado de los perdidos se revela también en Colosenses 1:13: “ El cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo”. En tanto que esta transformación divina no se haya operado, al hombre debe de considerar bajo “la potestad de las tinieblas”.

Esta revelación se ofrece en diversos pasajes:


  1. “De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios (Jn 3:3). 
  2. “Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios,  que porque para él son locura, ya no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente” (1Co 2:14). 
  3. “Pero si nuestro evangelio está aún encubierto, entre los que se pierden está encubierto; en los cuales el dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios” (2Co 4:3-4)
  4. “Sabemos que somos de Dios, y el mundo entero está bajo el maligno” (1Jn 5:19). 
  5. “En aquel tiempo estabais sin Cristo, alejados de la ciudadanía de Israel y ajenos a los pactos de la promesa, sin esperanza y sin Dios en el mundo” (Ef 2:12).
  6. “Estando atestados de toda injusticia, fornicación, perversidad, avaricia, maldad; llenos de envidia, homicidios, contiendas, engaños y malignidades; murmuradores, detractores, aborrecedores de Dios, injuriosos, soberbios, altivos, inventores de males, desobedientes a los padres, necios desleales, sin afecto natural, implacables, sin misericordia; quienes habiendo entendido el juicio de Dios, que los que practican tales cosas son dignos de muerte, no sólo las hacen, sino que también se complacen con los que las practican” (Ro 1:29-32).
  7. “Como está escrito: No hay justo ni aún uno; no hay quien entienda, no hay quien busque a Dios. Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles; no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno. Sepulcro abierto es su garganta; con su lengua engañan. Veneno de áspides hay debajo de sus labios; su boca está llena de maldición y de amargura. Sus pies se apresuran para derramar sangre; quebranto y desventura hay en sus caminos; y no conocieron camino de paz. No hay temor de Dios delante de sus ojos” (Ro 3:10, 18)
  8. “Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicería, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas; acerca de las cuales os amonesto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios” (Gá 5:19-21)
  9. “Y vio Jehová que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal” (Gn 6:5)
  10. “He aquí, en maldad he sido formado, y en pecado me concibió mi madre” (Sal 51:5). 
  11. “Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá? (Jer 17:9). 
  12. “Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos, los adulterios, las fornicaciones, los homicidios, los hurtos, las avaricias, las maldades, el engaño, la lascivia, la envidia, la maledicencia, la soberbia, la insensatez” (Mr. 7:21-22)
  13. “Lo que es nacido de la carne, carne es” (Jn3:6). 
  14. “Por cuanto la mente carnal es enemistad contra Dios; porque no se sujeta a la ley de Dios, ni tampoco puede” (Ro 8:7)
  15. “Y el os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados... y por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás (Ef 2:1, 3).
  16. “Si bien todos nosotros somos como suciedad, y todas nuestras justicias como trapo de inmundicia” (Is 64:6). 

De esta manera, la Biblia revela el estado presente de los perdidos, y lo hace basándose en las distinciones mencionadas en este capítulo, las cuales se encuentran más allá de la esfera de este mundo. La solución de cada uno de los problemas presentados anteriormente en los pasajes bíblicos, demanda la intervención de un poder sobrenatural. No se dice que uno está perdido ante los ojos del hombre o según las normas institucionales. El ser humano está perdido en los ojos de Dios, ante quien tendrá que dar cuentas un día, según las normas que existen y son efectivas en una esfera más amplia.  De igual forma, los hombres no se salvan por adaptarse a los conceptos y preceptos humanos de este mundo, ni por medio de lo que parezca ser lógico o no. La salvación no es una obra humana. No tuvo su origen en este mundo maldito por el pecado. Viene de Dios y se orienta hacia él, y en consecuencia se mueve en una dirección que le es muy propia, de acuerdo a las condiciones y necesidades de un reino más elevado. Para ser salvo, el pecador  debe contemplarse a sí mismo tal como Dios le ve, y adaptarse a los nuevos principios, los cuales han sido fielmente revelados en la palabra escrita. El hombre de fe es aquel que se adapta a esta revelación y que se instruye en los hechos señalados por Dios, los cuales serían inaccesibles para su entendimiento.

Fue este concepto que Dios tiene de los perdidos, concepto que expresa en palabras como las siguientes: “perdido”, “perezca”, “condenado”, “bajo la ira de Dios”, “ciego”, “en  el poder de las tinieblas”, “muertos en delitos y pecados” - lo que trajo de los cielos al Salvador. Fue este lúgubre cuadro de la humanidad caída lo que le impulsó a dar su vida en rescate por muchos. Su obra salvadora fue una realización muy práctica. Esta obra ha provisto todo lo que era necesario para satisfacer la pureza y santidad infinitas de Dios.



[Fuente: Salvation: God's Marvelous Work of Grace, Cap Il. By Lewis Sperry Chafer, 1917]

El Concepto que Dios tiene de los perdidos El Concepto que Dios tiene de los perdidos Reviewed by SAMUEL VASQUEZ on junio 03, 2012 Rating: 5

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