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¿Los Dones del Espíritu son también para Nosotros Hoy?

Por A.W. Tozer


“Acerca de los dones espirituales, hermanos”, escribió el Apóstol Pablo a los cristianos de Corinto “no quiero que seáis ignorantes.” Con tales palabras ciertamente el Apóstol no quería decir nada negativo o deprimente. Al contrarío, quería expresar un bondadoso interés por sus hermanos para que no estuvieran ni apenas informados ni errados acerca de una verdad tan importante como esa.


Es evidente que por algún tiempo nosotros los evangélicos, hemos dejado de evaluar debidamente las más profundas riquezas de la gracia que Dios separó para nosotros en Sus santos propósitos. En consecuencia de eso, hemos sufrido grandemente, y aún trágicamente. Uno de los grandes y bendecidos tesoros de que nos hemos privado es el derecho de poseer los dones del Espíritu, los cuales nos son ofrecidos con gloriosa plenitud y claridad en la dispensación del Nuevo Testamento. Pero, antes de que avancemos en este punto, quiero dejar claro que no cambié mi modo de pensar sobre el asunto. Lo que estoy aquí escribiendo viene siendo mi credo hay muchos años. Ninguna reciente experiencia espiritual ha alterado de cualquier modo mi fe. Simplemente conecto verdades que poseo anhelantemente durante todo mi ministerio público y que vengo predicando con inalterable consistencia donde y cuando siento que mis oyentes las pueden aceptar.


En lo que concierne a las actitudes tomadas para con los dones del Espíritu, los cristianos estos últimos años se han dividido en tres grupos diferentes, y que son: Primero, los de los que magnifican los dones del Espíritu a punto de ya no vislumbraren nada. Segundo, los que niegan que los dones del Espíritu fueran para la Iglesia en ese periodo de su historia. Tercero, los que parecen estar totalmente enfadados con tal asunto y ya no quieren gastar tiempo en discutirlo. Más recientemente tomamos conciencia de haber aún otro grupo, de número tan reducido que parece no merecer clasificación a la parte. Es lo de los que desean conocer la verdad sobre los dones del Espíritu y experimentar lo que Dios ha preparado para ellos dentro del contexto de la saludable fe neotestamentaria. Para estos es que escribimos estas líneas.


¿CUAL ES LA IGLESIA VERDADERA?


Todo problema espiritual tiene raíz teológica. Su solución depende de la enseñanza de las Sagradas Escrituras y de la correcta comprensión de esa enseñanza. Esa correcta comprensión constituye una filosofía espiritual, es decir, un punto de vista, un terreno de gran ventaja de donde se puede divisar, todo el paisaje, surgiendo cada por menor en su relación propia para con los demás. Una vez alcanzado ese ventajoso terreno estamos aptos a evaluar cualquier enseñanza o interpretación que se nos ofrezca en nombre de la verdad. En la Iglesia la comprensión recta y exacta de los dones del Espíritu depende de una correcta concepción de la naturaleza de la Iglesia. El problema de los dones no puede ser aislado de la cuestión mayor, y ni resuelto por sí.


La verdadera Iglesia es un fenómeno espiritual que surge en la sociedad humana, y que hasta cierto grado se entre mezcla con ella, de ella sin embargo difiriendo bastante por ciertas características vitales. La Iglesia se compone de personas regeneradas que difieren de otras personas por el hecho de que viven una vida de calidad superior, que les fue infundida por ocasión de su renovación interior. Tales personas son hijos de Dios en un sentido bien diverso en que lo son los demás seres creados. El origen de ellos es divino, y la ciudadanía de ellos está en el cielo. Adoran a Dios en el Espíritu, se regocijan en Jesucristo y ya no confían más en la carne. Forman parte de una generación elegida, de un sacerdocio real, de una nación santa, y son un pueblo peculiar, o especial.


Presos a causa de un Hombre rechazado y crucificado que Se dijo Dios y que empeñó Su propia honra y palabra, diciendo que iría a preparar un lugar para ellos en la casa de Su Padre y que volvería para llevarlos para allá con sumo regocijo. Mientras aguardan tan maravillosos acontecimiento ellos van cargando la cruz de él, van sufriendo todas las indecencias y ofensas que los hombres tiran sobre ellos, a causa de Cristo, y en la tierra actúan como embajadores de él y hacen a todos los hombres el bien que pueden en nombre de él. Firmemente creen que participarán de su triunfo, y por esa razón, voluntaria y espontánea, toman también el rechazo de Cristo, de parte de una sociedad que no los comprende.


Y, por todo eso, no guardan ningún resentimiento, sino, al contrario, con profundo y sincero deseo, aman a sus opositores y de ellos se compadecen, queriendo que todos los hombres se arrepientan y se reconcilien con Dios. Este es un sereno resumen de un aspecto de la enseñanza neotestamentário sobre la Iglesia. Pero, otra verdad, aún más reveladora y significativa para todos cuantos buscan informarse mejor acerca de los dones del Espíritu, es esta de que la Iglesia es un cuerpo espiritual, una entidad orgánica unida por la vida que reside dentro de ella.


CADA MIEMBRO UNIDO AL OTRO


Cada miembro es reunido en total por una relación de vida. Así como se puede decir que el alma es la vida de su cuerpo, también la habitación del Espíritu es la vida de la Iglesia. La idea de que la Iglesia es el cuerpo de Cristo no es errada, pues resulta un énfasis bastante fuerte que se da a una mera figura de lenguaje que él no quería que se tomara muy literalmente. La enseñanza clara y enfática del gran Apóstol es este: Cristo es la cabeza de la Iglesia, siendo esta su cuerpo. Este paralelo aparece cuidadosamente presentado, y de manera continua, en largos tramos. Se quitan conclusiones de la doctrina, y se hace con que cierta conducta moral dependa de eso.


Como el hombre normal tiene un cuerpo con varios miembros obedientes, con una cabeza dirigiéndolos, así también es correcto que la verdadera Iglesia es un cuerpo, y los cristianos individualmente son miembros, y Cristo es la Cabeza. La mente, o espíritu, actúa por los miembros del cuerpo, usándolos para cumplir sus inteligentes propósitos. El Apóstol Pablo nos habla del pie, de la mano, del oído, y del ojo como siendo miembros del cuerpo, cada cual con su función propia, aunque limitada; pero es el Espíritu que en ellos opera (1 Cor. 12:1-31). La enseñanza de que la Iglesia es el cuerpo de Cristo encontrado en el capítulo 12 de la Primera Carta a los Corintios se sigue una lista de ciertos dones espirituales, y ahí se nos revela la necesidad de esos dones.


La cabeza inteligente sólo puede operar cuando da sus órdenes a los órganos preparados para varias tareas. Es la mente que ve, pero no puede ver sin los ojos. Es la mente que oye, pero no puede oír sin oídos. Y así acontece con todos los demás miembros que son instrumentos por intermedio de los cuáles la mente se mueve para el mundo exterior, con el propósito de llevar adelante los planes de la mente. Como toda actividad humana se ejecuta a través de la mente, así también la obra de la Iglesia se hace por el Espíritu, y solamente por Él. Pero, para operar, debe tener en el cuerpo ciertos miembros con habilidades específicas quedas, creados para actuar como medios por los cuáles el Espíritu puede circular para realizar los fines determinados. Esta es en pocas palabras la filosofía de los dones espirituales.


¿CUANTOS DONES HAY?


Se dice en general que existen nueve dones del Espíritu (Supongo esto, porque el Apóstol Pablo nos da una lista de nueve en 1 Cor. 12.) Pero el Apóstol se refiere a nada menos de 17 (1 Cor. 12:4-11, 27-31; Romanos 12:3-8; Ef. 4:7-11). Y ahí no se trata de talentos naturales, y sí de dones concedidos o distribuidos por Espíritu Santo, con el objetivo de capacitar el creyente hacia su lugar, o puesto, en el cuerpo de Cristo. Los dones son, por lo tanto, como tubos de un gran órgano, permitiendo al organista un vasto alcance y amplitud a punto de producir música de la mejor calidad. Pero, repito, tales dones son más que ingenios naturales. Son, en la verdad, dones espirituales, dones de Espíritu Santo.


Los dones o ingenios naturales capacitan el hombre a actuar dentro del campo de la naturaleza. Pero, por medio del cuerpo de Cristo, Dios está a realizar una obra eterna, muy superior del reinado de la naturaleza decaída. Eso requiere también una operación sobrenatural. El trabajo o la actividad religiosa pueden ser realizados por hombres naturales no dotados de los dones del Espíritu, y puede muy bien ser hecho, con rara habilidad. Pero toda obra destinada a la eternidad sólo puede ser realizada por el Espíritu eterno. Ninguna obra es eterna, si no fuera hecha por el Espíritu, mediante los dones que Él aún implantó en las almas de personas remidas.


Por toda una generación, ciertos maestros evangélicos nos han dicho que los dones del Espíritu cesaron después de la muerte de los apóstoles, o cuando se completo el Nuevo Testamento. Ciertamente esta doctrina no tiene a su favor siquiera una sílaba de autoridad bíblica. Los que defienden tal idea deben asumir entera responsabilidad por esa aberrativa manipulación de la Palabra de Dios. El resultado de esa errada enseñanza es este: entre nosotros, el número de personas con dones del Espíritu es siniestramente pequeño. Cuando tan desesperadamente necesitamos de líderes dotados, por ejemplo, de discernimiento, no los tenemos, y somos coaccionados valernos de las técnicas del mundo. Esta hora, tan asustada y angustiosa, exige personas dotadas de visión profética. Bien al contrario, sólo tenemos hombres que presiden a informes, votaciones, y reuniones de discusiones explosivas y estériles.


Necesitamos de hombres que tengan el don del conocimiento. En vez de eso, tenemos muchos estudiados y preparados, doctores, sabelotodos y nada más. Así, podemos estar preparándonos para la trágica hora en que Dios pueda ponernos de lado como evangélicos de rótulo y suscitar otro movimiento para perpetuar el cristianismo del Nuevo Testamento, conservándolo vivo sobre la faz de la tierra. "Seremos hijos de Abraham. Dios puede de estas piedras levantar hijos de Abraham." En este asunto la verdad es esta: las Escrituras Sagradas de modo muy claro inculcan el deber de poseer los dones del Espíritu. El Apóstol Pablo nos exhorta a desear y aún a codiciar los dones espirituales (1 Cor.12:31 y 1 Cor. 14:1). Parece que no se trata de cuestión de elección para cada uno de nosotros, o materia facultativa, y sí un mandamiento escritural que todos buscan ser llenos del Espíritu


Hallo, sin embargo, que debo añadir una palabra de aviso. Los diferentes dones espirituales no tienen todos los mismos valores, como el Apóstol Pablo esclareció muy cuidadosamente. Ciertos hermanos han exaltado desproporcionalmente un don más que los otros dieciséis. Entre esos hermanos se cuentan muchas almas piadosas, pero en general los resultados morales de ese adoctrinamiento no han sido buenos. En la práctica, han redundado en condenable y vergonzoso exhibicionismo, tendiéndose a depender de experiencias en vez de depender de Cristo; y no pocas veces se hace ausente aquella capacidad de distinguir o separar las obras de la carne de las operaciones del Espíritu.


Entonces, aquellos que niegan que los dones del Espíritu sean para nosotros, los de hoy, y aquellos que insisten en tomar como su pasatiempo favorito uno de esos dones, yerran mucho; y todos nosotros estamos sufriendo las consecuencias de sus errores. Hoy no existe más motivo o salvedad para permanecer en la duda. Nos asiste todo el derecho de esperar que nuestro Señor conceda a la Su Iglesia los dones espirituales que Él de hecho jamás nos negó, pero que hemos dejado de recibir únicamente a causa de nuestro error o incredulidad. Es muy posible que Dios esté concediendo y distribuyendo los dones del Espíritu a quien Él puede conceder y en la medida en que Él puede aunque las condiciones por Él exigidas sean imperfectamente satisfechas. Si Dios actuara de otro modo, la antorcha de la verdad se apagaría y acabaría muriendo.


Sin embargo, debemos ver claramente lo que Dios hará por Su Iglesia, si todos nos postramos delante de él, con La Biblia abierta delante de nuestros ojos, y le decimos: “Señor, he aquí tu siervo! Sea hecho en mí aquello que Tú quieres."

¿Los Dones del Espíritu son también para Nosotros Hoy? ¿Los Dones del Espíritu son también para Nosotros Hoy? Reviewed by Anónimo on abril 07, 2011 Rating: 5

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