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A.W. Tozer: Un Secreto Manifiesto

POR A. W. TOZER

Contemplada desde la perspectiva de la eternidad, es muy posible que la necesidad más crítica de esta hora sea traer de vuelta a la Iglesia desde su larga cautividad babilónica ,y que el nombre de Dios sea glorificado en ella de nuevo como en la antigüedad. Con todo, no debemos pensar en la Iglesia como un cuerpo anónimo, una abstracción religiosa mística. Los cristianos somos la Iglesia, y cuanto nosotros hagamos, es lo que la Iglesia está haciendo. Por tanto, este asunto se vuelve personal para todos y cada uno de nosotros.Todo paso al frente en la Iglesia debe comenzar por el cristiano, de manera individual. 

¿Qué podemos hacer nosotros, simples cristianos, para lograr que regrese la gloria que se ha marchado?¿Hay algún secreto que debamos aprender? ¿Hay alguna fórmula para el avivamiento personal que podamos aplicar a la situación presente, a nuestra propia situación? La respuesta a estas preguntas es un rotundo sí.

Con todo, es posible que la respuesta desilusione con facilidad a algunas personas, puesto que no tiene nada de profunda. No traigo aquí ningún criptograma esotérico, ni un código místico que necesite ser trabajosamente descifrado. No apelo a ninguna escondida ley del inconsciente, ni a ningún conocimiento oculto, al alcance sólo de unos pocos. El secreto es abierto, para que cualquier viandante lo pueda leer. Es simplemente el consejo antiguo y siempre nuevo: Conoce a tu Dios. Para recuperar su poder perdido, la Iglesia debe ver los cielos abiertos y tener una visión transformadora de Dios.

No obstante, el Dios que debemos ver no es el Dios utilitario que está teniendo una racha tan grande de popularidad hoy, cuyo principal atractivo para captar la atención de los hombres es su capacidad para traerles el éxito en sus diversas empresas, y a quien por esa razón lisonjean y adulan cuantos quieren obtener un favor. El Dios que debemos aprender a conocer es la Majestad que se halla en los cielos, el Dios Padre Todopoderoso,el Hacedor del cielo y de la tierra, el Dios sabio y único Salvador. Es el que se sienta sobre el círculo de la tierra, el que extiende los cielos como una cortina y los esparce como una tienda para habitar en ellos, el que conoce el número de las estrellas y las llama por su nombre por medio de la grandeza de su poder, el que ve las obras del hombre como vanidad, el que no pone su confianza en los príncipes ni les pide consejo a los reyes.

No se puede obtener el conocimiento de este Ser sólo por medio del estudio. Ese conocimiento nos viene por una sabiduría de la que el hombre natural no conoce nada, ni puede conocer nada, porque se discierne espiritualmente. Conocer a Dios es a un tiempo lo más fácil y lo más difícil del mundo. Es fácil, porque no se gana ese conocimiento a base de duro trabajo mental, sino que es algo que recibimos gratuitamente. Así como los rayos del sol caen gratuitamente sobre un campo abierto, también el conocimiento del Dios santo es un don gratuito para los hombres que estén abiertos a recibirlo. Con todo, este conocimiento es difícil porque hay unas condiciones que cumplir, y la obstinada naturaleza del hombre caído no se siente nada bien con ellas.

Voy a presentar un breve resumen de estas condiciones, tal y como las enseña la Biblia,y las han repetido a lo largo de los siglos los mayores y más bondadosos santos que el mundo ha conocido:

En primer lugar, tenemos que abandonar nuestros pecados. La creencia de que los hombres que llevan una vida confirmadamente mala no pueden llegar a conocer al Dios santo no es algo nuevo, propio de la religión cristiana. El libro hebreo llamado La sabiduría de Salomón, anterior al cristianismo en un buen número de años, presenta el siguiente pasaje: "Amad la justicia los que gobernáis la tierra; pensad rectamente del Señor y buscadle con sencillez de corazón. Porque se deja hallar de los que no le tientan, se manifiesta a los que no le son incrédulos. Los pensamientos tortuosos apartan de Dios, y el poder, puesto a prueba, reprende a los necios. Porque en alma maliciosa no entrará la sabiduría, ni morará en cuerpo esclavo del pecado; porque el santo espíritu de la disciplina huye del engaño y se aleja de los pensamientos insensatos, y al sobrevenir la iniquidad no permanecerá." Encontramos este mismo pensamiento a lo largo de las Escrituras inspiradas, la mejor de las cuales probablemente sea la pronunciada por Cristo: "Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios".

En segundo lugar, debe haber una consagración total de la vida a Cristo en fe. Esto es lo que significa "creer en Cristo". Comprende un apego volitivo y emocional a Él, acompañado por un firme propósito de obedecerle en todas las cosas. Esto exige que guardemos sus mandamientos. llevemos nuestra cruz, y amemos a Dios y a los demás seres humanos.

En tercer lugar, debe haber por parte nuestra el reconocimiento de que hemos muerto al pecado y vivimos para Dios en Cristo Jesús, seguido por un abrir totalmente de nuestra personalidad al fluir del Espíritu Santo. Entonces, debemos practicar la autodisciplina que sea necesaria para andar en el Espíritu,y aplastar bajo nuestros pies los apetitos de la carne.

En cuarto lugar, debemos repudiar valientemente los mezquinos valores del mundo caído, y llegar a un desapego total del espíritu con respecto a todo aquello en lo que ponen el corazón los incrédulos permitiéndonos únicamente los goces más sencillos de la naturaleza, que DIOS ha concedido tanto a justos como a pecadores.

En quinto lugar, debemos practicar el arte de la meditación larga y amorosa sobre la majestad de Dios. Esto exigirá algún esfuerzo, puesto que el concepto de majestad ha desaparecido casi por completo de la raza humana. El foco del interés del hombre es ahora él mismo. El humanismo, en sus diversas formas, ha desplazado a la teología como clave para la comprensión dela vida. Cuando Swinburne, poeta del siglo diecinueve escribió: "Gloria al Hombre en las alturas. porque el hombre es el amo de las cosas", le dio al mundo moderno su nuevo Tedeum. Debemos invertir el curso de todas estas cosas con un acto deliberado de la voluntad, y mantenerlo así con un paciente esfuerzo de la mente.

Dios es Persona: y lo podemos ir conociendo en grados crecientes de identidicación íntima a medida que preparamos el corazón para las maravillas, quizá sea necesario que alteremos nuestras creencias anteriores acerca de Dios, cuando la gloria que dora las Escrituras Sagradas resplandezca sobre nuestra vida interior. Quizá necesitemos también romper callada y benévolamente con el textualismo sin vida que prevalece entre las iglesias evangélicas, y protestar contra el carácter frívolo de muchas cosas que pasan por cristianas entre nosotros. Al hacer esto, es posible que por el momento perdamos amigos y adquiramos la reputación temporal de que somos unos mojigatos, pero ningún hombre que permita que la expectación de consecuencias desagradables influya sobre él en un asunto como éste, es digno del reino de Dios.

En sexto lugar, a medida que el conocimiento de Dios se vaya hhaciendo más maravilloso, se irá haciendo también imprescindible un mayor servicio a favor de los seres humanos. Este bienaventurado conocimiento no se nos da para que lo disfrutemos egoístamente. Mientras más perfectamente conozcamos a Dios,más sentiremos el anhelode convertir el conocimiento que acabamos de encontrar en obras de misericordia hacia la humanidad sufriente. El Dios que nos lo dio todo a nosotros, lo seguirá dando todo a través de nosotros a medida que lo vayamos conociendo mejor. 

Hasta aquí hemos considerado la relación personal del individuo con Dios, pero como el ungüento en la derecha de un hombre, que "se traiciona a sí mismo" por su fragancia, todo conocimiento intensificado de Dios comenzará pronto a afectar a los que nos rodean en la comunidad cristiana. Y nosotros debemos buscar conscientemente las oportunidades de compartir nuestra luz creciente con los demás miembros de la casa de Dios.

La mejor manera de hacer esto será mantener la majestad de Dios en el centro mismo de nuestro foco de interés en todos nuestros cultos públicos. No sólo son nuestras oraciones privadas las que deben estar llenas de Dios, sino que también nuestro testimonio, nuestro canto, nuestra predicación y nuestros escritos deben centrarse alrededor de la Persona de nuestro santo, santo Señor, y exaltar continuamente la grandeza de su dignidad y poder. Hay un Hombre glorificado a la derecha de la Majestad en los cielos, representándonos fielmente allí, por un tiempo, hemos sido dejados entre los hombres. Representémoslo nosotros fielmente a Él aquí.
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Por A.W. Tozer, extracto de su libro "El conocimiento del Dios Santo" Cap XXIII | www.tronodegracia.com
A.W. Tozer: Un Secreto Manifiesto A.W. Tozer: Un Secreto Manifiesto Reviewed by S@m on febrero 26, 2013 Rating: 5

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