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Se necesitan profetas para el día del desastre

 Por Leonard Ravenhill
del libro ¿Porqué no llega el avivamiento? cap IX

La cabeza de Pablo estaba ya casi en la boca del león. ¿Qué importaba? Ante Agripa, este valeroso discípulo no tenía nervios ni reservas. No puede tener su lengua atada en ninguna ocasión ni en ningún lugar. El valor físico hace a los hombres valientes de una manera; y el valor moral, que desprecia las opiniones de los hombres sean cuales fueren, da fortaleza en otra forma. Ambos tipos de valentía hacían a Pablo un cristiano como Daniel en una fosa de leones romana. Los hombres pueden tratar de destruir el cuerpo de un profeta, pero no pueden destruir al profeta.

El reloj suena la medianoche mientras estoy escribiendo, y una abertura en la ventana muestra un cielo negro. Transferida la figura al terreno moral diremos que es un cielo sin una estrella guiadora. Vengamos al terreno de la religión: Calculad cuántos auditorios aparecen en la televisión escuchando a grandes evangelistas; habladme de cuántos hombres inteligentes están trabajando en el evangelismo en este momento; citadme el número de convertidos de estos últimos años y, cuando lo hayáis hecho, os responderé con voz de trueno que la luna del despertamiento todavía no se ha levantado en esta generación abocada al infierno, que ha rechazado a Cristo y está a punto de aparecer ante el juicio. Ya no nos sentamos con gusto en Sión para deleitarnos, en la Palabra de Dios. Han pasado aquellos tiempos; vamos a la iglesia a dormir. Las columnas se han convertido en almohadones.

Como empecé a decir, cuando Pablo está ante Agripa tiene su cabeza en mitad de la boca del león, sintiendo que los pies de los enterradores de huesos no están lejos; sin embargo, logra que este, rey inmoral tiemble y le diga: «Por poco me persuades a ser cristiano.» Y hace que Festo, olvidando las buenas maneras, se incline hacia el preso y exclame: «Estás loco, Pablo; las muchas letras te vuelven loco»; a lo que Pablo replica: «No estoy loco, excelentísimo Festo.»

Pero decidme, cuando predicamos hoy día el eterno Evangelio, ¿hay alguien que haga pensar que está fuera de sí o loco? Por el contrario, tenemos muy en cuenta la colecta que va a seguir: el mantener nuestro buen nombre, que las gentes nos tengan en aprecio para el futuro, etc. ¿No es verdad?

Los metodistas de Inglaterra acaban de celebrar su convención. Una reunión anual que Juan Wesley inició en el año 1784 y esta vez se ha celebrado en Newcastle, Inglaterra (en 1958). A pesar de los colosales esfuerzos realizados en los últimos dos años en pro del evangelismo, prosiguiendo el cuidado de los profesantes, era reconocido, casi con lágrimas, que el fuego evangelístico está casi apagado. Hay entre ellos hombres de grande mente, gran corazón y gran visión que así lo reconocen. Por ejemplo, Edwin Sangster (teólogo, erudito y ahora presidente del Comité de Misiones Domésticas del Metodismo). Este hombre clave no rehusa reconocer que el Metodismo está (me imagino que el tono de su voz da a entender que los pecadores son quienes están locos) enfermo y —algunos añaden— moribundo. Las declaraciones de este hombre son conmovedoras; dice: «Estamos combatiendo algo profundamente arraigado en el alma de la nación. Para esta profunda enfermedad necesitamos una terapéutica poderosa de rayos X que no hemos encontrado.» Y añade: «Pienso sinceramente que el agnosticismo está floreciendo en Gran Bretaña, en lugar del gran despertamiento religioso que los Metodistas esperábamos con fervor. El año pasado el número de miembros de nuestras iglesias fue inferior al que teníamos hace trece años, y no menos de 100.000 niños han cesado de asistir a la Escuela Dominical. (Permitidme insertar aquí: ¿no será la televisión el motivo de esta disminución?) Cada año, durante los últimos doce años, el número de pastores ha ido disminuyendo. Descendió en 276 el año pasado. El Dr. Sangster escribió hace veinte años: «¿Puede el Metodismo renacer teniendo un cáncer en el corazón?» Edwin Sangster termina su lamento diciendo: «Por lo menos, si, aunque pocos en número, fueran nuestros miembros enteros en condición; pero aun los que se sientan en los bancos de las iglesias han de sostener una batalla para mantener su fe.»

Y los Metodistas de Inglaterra no son los únicos en esta tragedia. Decidme, australianos, ¿no es ésta también vuestra tribulación? Y ¿qué de la iglesia en África del Sur? ¿No hay también merma?

En América tenemos siempre un alto porcentaje de asistentes a las iglesias; pero lo mismo ocurre con los judíos, los católicos y los «Testigos de Jehová», y no debemos olvidar que las cárceles están a rebosar, y en las salas de espera de los tribunales de divorcio la gente tiene que estar de pie.

Hombres amables, pero duros y sanguinarios, gobiernan en muchos lugares de la tierra. Como dijo cierta reina de Inglaterra: «¡Cómo duele la cabeza que lleva una corona!» El clamor de los asesinados debe ser: «¿No vengarás, Señor, nuestra sangre de los que moran en la tierra?»; pero el de los vivos para Dios y con Dios debe ser: «Hazme justicia de mi adversario», y «¿no vengará Dios a sus elegidos que claman a El día y noche?». Seguramente se está aproximando la hora cuando la gracia será imposible y lá venganza inevitable.

Al que mucho le ha sido dado, mucho le será vuelto a pedir. Millones andan en tinieblas porque no han recibido lá luz; pero las democracias son muy culpables de que, teniendo luz, la han puesto debajo del almud o yacen en la «cama del perezoso». Seguramente este pecado tan semejante al de Sodoma merece el juicio de Sodoma. «Esta fue la iniquidad de tu hermana Sodoma —dice Ezequiel 16:49—: orgullo, hartura de pan y abundancia de pereza.» Necesitamos profetas para este día de ruina que se acerca. Santos hombres de Dios dispuestos a hablar,, como sea, movidos por el Espíritu Santo. Si El no puede mover a los predicadores, mejor sería cerrar las puertas de todas las iglesias; pero El los moverá.

Ni Gedeón ni ningún otro habrían tenido dificultades a causa de sus visiones o buenos deseos. Son los actos los que atraen la ira de los poderes ofendidos de este mundo. Que Gedeón se deslice por la noche y corte los árboles del bosque de Baal, y se manifestará la furia del infierno. Que Juan el Bautista llame a los escribas y fariseos «generación de víboras» y acuse a Herodes de adúltero, y habrá firmado su sentencia de muerte. Ciertamente, necesitamos profetas así para este día de ruina. Mirad solamente cómo aumenta el interés por las sectas falsas. La revista Newsweek dice que Homero Knorr, presidente de la «Sociedad Bíblica y de Tratados de la Torre del Vigía», ha tomado el estadio de baloncesto yanqui esta semana para reunir a 150.000 «Testigos» en una magna convención. (La mayor jamás celebrada en este país, lo que es una señal de su crecimiento.) El octavo día de conferencia terminará con el bautismo de 4.600 obreros fanáticos que, sin paga de ninguna clase, recorrerán tierra y mar con su religión humana, basada sobre una intencionada perversión de la Biblia, para hacer a cada convertido un hijo del infierno siete veces peor. Comparad esto con lo que acabamos de exponer acerca del descenso en el número de ministros cristianos en Inglaterra.

¿Puede este bien organizado pero paralizado sistema, llamado Cristianismo, sanear la tierra por más tiempo? ¿No es verdad lo que dice Sangster, que no ha hallado cura para la profunda enfermedad espiritual que afecta la nación? Pero ¿no sería mucho más honrado decir que nos hemos estado burlando, de los métodos del tiempo antiguo de proclamar arrepentimiento, regeneración y santificación? Sin embargo, tengo aferrado en mi corazón un consuelo inquebrantable que quiero compartir con vosotros. Cuando Dios envíe un despertamiento del cielo deshará en pocas semanas el daño que el modernismo blasfemo ha hecho durante muchos años. La oleada del Espíritu barrerá a estos engañosos doctores de teología y caerá por los suelos el edificio que han construido de humanas interpretaciones de la Biblia. La cabeza de la Humanidad está enferma y el corazón doliente. Estamos llegando al final de la línea en el mapa de los planos humanos. Todo está a punto para la destrucción atómica.

El infierno ensancha su boca para tragar los despojos que han dejado los destructores modernistas al cambiar el Evangelio de la sangre de Cristo por el plato de lentejas del llamado «alto criticismo». Con mentes turbadas y corazones aterrorizados contemplarán estos hombres su locura.

Ejército del Señor, ¡despierta, vístete de fortaleza! Esta es la hora del despertamiento. Esta es la hora de la ruina. ¿Dónde están los hombres de Dios? Los profetas pueden realizar milagros, pero deben tener un mensaje. A su propia manera las gentes mundanas, confundidas, están diciendo: «¿Hay palabra del Señor?» Ellos saben que no hay palabra autorizada de ninguna otra fuente. Porque Dios no puede mentir; el capítulo 2 de Joel y el 3 de Malaquías tienen que tener cumplimiento. «El Señor a quien buscáis vendrá de repente a su templo.» ¡Cuánto consuelo esto da! En un momento, el desastre; en el próximo, la liberación. Diez minutos antes de que apareciera Juan el Bautista, nadie sabía que existiera un tal hombre. Como fue, así será. Dios levantará algún hombre de corazón y voluntad. Hombres ocultos en este mismo momento aparecerán de pronto con el poder del Espíritu anunciando las ardientes verdades que este pueblo debe escuchar. Sus palabras arderán como metal fundido. Dios espera con gran paciencia.

Pero cuando El se levante, «¿quién podrá estar ante el Día de su Venida?». Frente a la obra del Espíritu los hombres que en estos momentos están juntando iniquidad con una cuerda carcomida, se inclinarán como trigo ante el viento. ¡Oh, que Dios acelere el despertamiento en China, en Rusia, en Alemania, países roídos por el fuego del ateísmo activo! Por una parte, ellos lo necesitan grandemente; por la otra, nuestras naciones libres necesitan ser [provocadas, como Jonás sintió envidia de los Ninivitas. Faraón se rindió finalmente bajo el asalto de diez plagas y los israelitas fueron llevados por Moisés a la victoria. Hoy día tenemos otras diez nuevas plagas, más siniestras, efectivas y poderosas que aquéllas, porque son mundiales y no limitadas a Egipto; sin embargo, ni aun estas diez nuevas plagas han ablandado los corazones de los hombres modernos, sino que los han endurecido.

¿No veremos ningún Moisés moderno? ¿Tenemos que permitir que esta generación permanezca en la esclavitud moral, estando nosotros sentados indolentemente sin hacer nada? ¿Tenemos que ser meros espectadores de esta tremenda cabalgata en la cual Lucifer lleva encadenados a su carro infernal a tantas almas por el camino ancho de la oscuridad eterna? Necesitamos volver a descubrir el secreto de aquellos benditos hombres de quien dice la Palabra de Dios: «Ganaron reinos, cerraron bocas de leones» (la de este «león» que anda alrededor nuestro buscando a quien devore). Para este día de ruina, nuestro pálido, enfermo y paralizado Protestantismo necesita ser llenado de Dios y guiado por hombres de Dios. Se necesitan profetas del Señor.


"Un bautismo de santificación,, una demostración de vida santa es la mayor necesidad de nuestros días"
Duncan Campbell




"El vino a traer fuego a la tierra,
Ardiendo en algunos corazones ya está;
Pero, ¡oh!, que todo el mundo pueda verlo
Y que todos puedan participar de su bendición.
El bautismo es la celestial paloma descendida del cielo,
Mi corazón el altar, y Tu amor la llama."
George Croly


"Ven como fuego y purifica nuestros corazones "Con tu llama divina;
Que toda nuestra alma sea un vivo sacrificio Al nombre de nuestro Redentor.
Andrés Reed


"Los mismos miembros de iglesia que aullan como indios comanches el domingo por la tarde en un campo de fútbol, están sentados como indios de madera (maniquíes) en la iglesia el domingo por la mañana."
Vanee Havner


"No puede haber despertamiento cuando el Sr. AMEN y las Sras. LAGRIMAS se encuentran ausentes del auditorio"
C. G. Finney
Se necesitan profetas para el día del desastre Se necesitan profetas para el día del desastre Reviewed by Anónimo on julio 10, 2010 Rating: 5

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