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Predicando con Pasión

Predicando con Pasión
Alex Montoya
Introducción

"Te encargo solemnemente, en la presencia de Dios y de Cristo Jesús, que ha de juzgar a los vivos y a los muertos, por su manifestación y por su reino: Predica la palabra; insiste a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con mucha paciencia e instrucción. Porque vendrá tiempo cuando no soportarán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oídos, acumularán para sí maestros conforme a sus propios deseos; y apartarán sus oídos de la verdad, y se volverán a mitos. Pero tú, sé sobrio en todas las cosas, sufre penalidades, haz el trabajo de un evangelista, cumple tu ministerio"

—2 Timoteo 4:1–5

¡La tarea de un predicador es predicar la Palabra! Esta es su descripción de trabajo.


El predicador debe ser un fiel proclamador de la Palabra de Dios. Pablo le hace ver a Timoteo esta suprema responsabilidad en 2 Timoteo 4:1–5:


• Encargo solemne: En la presencia de Dios.
• Encargo sencillo: Predicar la palabra.
• Encargo incesante: Predicar a tiempo y fuera de tiempo.
• Encargo serio: Instruye, exhorta, reprende.
• Encargo sobrio: Sé sobrio en todas las cosas.

En nuestra lucha por ser eficaces, los predicadores contemporáneos, somos tentados a evitar el encargo en ciertos aspectos de esta responsabilidad. Lo atrayente de las multitudes y la popularidad pueden tentarnos a comprometer nuestro llamado a “predicar la Palabra”. También, fácilmente podemos comercializar el mensaje divino y “venderlo” muy barato a las multitudes inconstantes. En lo general, en las iglesias no escasean los oidores que procuran a los vendedores de la Palabra que se contentarán solamente con agradar al oído en lugar de cambiar el corazón. En realidad, predicamos en tiempos difíciles y todos los predicadores lo sabemos.

Las multitudes inconstantes necesitan un predicador fiel que entienda el encargo que Pablo le delegó a Timoteo. Pero la multitud no solamente es inconstante, también es apática, insensible, sin vida, impregnada con el “rocío” materialista de hoy día. Tales personas necesitan predicaciones que tengan sentido para ellos, predicaciones que puedan despertarlos de su adormecimiento espiritual. Estas personas necesitan una predicación apasionada.

La mayoría de nosotros, dicen ellos, entregamos lo mejor. Predicamos la Palabra fielmente. Nos sujetamos al texto, nuestras predicaciones suenan a mensajes expositivos. Pero nuestras iglesias siguen pasivas e indiferentes. Para muchos de nosotros la iglesia disminuye cada año que pasa.

El problema no está en el contenido del sermón, ni en nuestra metodología; más bien el problema está en la forma como damos a conocer el sermón. El problema no es qué decimos sino cómo lo decimos. Nuestros sermones carecen de pasión.




LA NECESIDAD DE PASION

En realidad muchos de nosotros simplemente predicamos sermones, no la Palabra de Dios. Predicamos la exégesis y no el oráculo divino. Predicamos (a veces leemos) manuscritos muy elaborados, con uso de acrósticos en lugar de la palabra viva. Somos bíblicos, pero la Palabra está moribunda debido a una entrega sin vida o un estilo que estorba.

Nuestros sermones necesitan estar avivados. Debemos hablar tanto con el corazón como con el intelecto. Nuestros sermones deben vibrar a través de nuestro ser y contagiar a nuestros oyentes.


Predicar apasionadamente es predicar con el corazón

Jerry Vines dice: “Necesitamos regresar a la predicación que sale del corazón. Tal vez algunos podrían usar otra terminología. Tal vez prefieran el término sinceridad. O a lo mejor les guste seriedad. Cualquier término que escojas lo necesitamos desesperadamente”

Las iglesias vacías se deben no tanto a una falta de habilidad o a una ausencia de deseo de oír la verdad, sino más bien a un absoluto aburrimiento provocado por una predicación carente de pasión. Nuestra gente nos está gritando silenciosamente desde las bancas vacías.

Predicar sermones largos solo prolonga la agonía. Enseño Homilética en el Master’s Seminary a estudiantes que están obteniendo una maestría. Como parte de la clase el estudiante debe predicar diez sermones de treinta minutos. Después de un sermón excepcionalmente aburrido, mientras comentaba al respecto, el estudiante dijo: –Habría estado mejor si hubiera tenido más tiempo para predicar.
–No, –respondí. –Eso solo hubiera prolongado la agonía.
Un sermón corto no es un signo de poca profundidad (consideren el Sermón del Monte), ni un sermón largo es una señal de mucha profundidad.
Necesitamos pasión en nuestra predicación. Los predicadores conservadores y bíblicos, deben ser más conscientes del balance entre una exposición sólida y la pasión con que se hace la exposición.

Cómo comunicamos el sermón es tan importante como lo que damos en el mismo
Las personas a las que servimos necesitan la palabra del Señor. La Palabra viva debe
mostrarse mediante una predicación viva a una alma necesitada de vida. Consideremos cuidadosamente este elemento al predicar.

El cómo comunicamos el sermón es tan importante como su contenido.

Me sentí estimulado al leer lo que el gran expositor Martyn Lloyd‐Jones piensa sobre este aspecto. Esto es lo que él dice:


"Los elementos de sentimiento profundo y de emoción son, para mí, muy vitales. Es lo que está haciendo falta seriamente en la presente generación y tal vez especialmente entre los Reformados. Tendemos a perder nuestro balance y nos convertimos en muy intelectuales, en realidad hasta casi despreciar los elementos de la emoción y el sentimiento. Somos personas de mucha preparación, tenemos tal comprensión de la Verdad, que tendemos a menospreciar los sentimientos. El común de la grey, pensamos, es emocional y sentimental, pero no tienen entendimiento"

El mismo sentimiento es expresado por Geoffry Thomas en un capítulo llamado: “Predicación poderosa”, cuando reconoce:

"Uno de los grandes peligros que enfrentan los predicadores de la fe Reformada es el problema del superintelectualismo; esto es, el peligro constante de caer en una forma de proclamación cerebral, que descansa exclusivamente, en el intelecto. Los hombres llegan a obsesionarse con la doctrina y terminan como predicadores orientados hacia el conocimiento… El problema es universal"

Debo recordarme a mí mismo que Dios me llamó a predicar la Palabra, no a dictar una conferencia o decir un discurso, y no a leer un manuscrito para personas preparadas. ¡Qué llamado más solemne!


Pasión es la esencia de la predicación

Pasión es el poder, el impulso, la energía, la vida al entregar el sermón. Sin pasión el sermón se convierte en una conferencia, una charla o un tópico moral. Si no hay pasión no hay predicación. W. A. Criswell, el famoso predicador bautista, declara:

"
El sermón no es un ensayo para ser leído para una opinión personal, para que las personas lo consideren casualmente. Es una confrontación con el Dios Todopoderoso. Es para ser comunicado con una pasión ardiente, en la autoridad del Espíritu Santo"

Escuchemos a Criswell una vez más:

"No se puede leer el Nuevo Testamento sin tener la sensación de que los predicadores estaban “electrificados” por el poder del evangelio y afectados por la maravilla de la gran revelación que les había sido confiada. Hay algo erróneo si al hombre a quien se le han encargado las más grandes noticias del mundo es insensible, rígido y aburrido. ¿Quién va a creer que las buenas nuevas anunciadas por el predicador significan literalmente más que cualquier otra cosa en la tierra, si no es presentada con seguridad, o fuego, o agresividad, y si él mismo es apático, falto de inspiración, afligido con coma espiritual, diciendo con sus hechos lo contrario a lo que dicen sus palabras?"

La predicación es apasionante porque tiene que ver con la naturaleza misma de Dios y la expresión de su amor por la humanidad. La actitud en el estudio y la actitud en el púlpito, aunque similares, son diferentes. El estudio es el descubrimiento de la verdad y el púlpito el lugar desde donde se imparte esa verdad. Lo que se cocina a fuego lento durante la semana, termina de sazonarse en el púlpito el domingo. ¿Cómo puedo predicar tan magníficas verdades como si fueran alguna cosa común y corriente? De ahí que:

¿Qué significa predicar? ¡Lógica en llamas! ¡Razón elocuente! ¿Son estas contradicciones? Por supuesto que no. La razón concerniente a esta verdad debe ser poderosamente elocuente como vemos en el caso el apóstol Pablo y otros. Es teología en fuego. Y una teología que no tiene fuego, yo sostengo, es teología defectuosa; o cuando menos el entendimiento del hombre sobre ella es defectuoso. La predicación es teología que procede a través de un hombre que está encendido. Un verdadero entendimiento y experiencia de la verdad debe dirigirnos a esto. Otra vez digo que un hombre que puede hablar de estas cosas sin apasionarse no tiene derecho, sin importar quién sea, a usar el púlpito y no se le debería permitir usarlo.Cada predicador debería prestar atención a tal advertencia. Se evitará, a sí mismo y a sus allegados, mucho dolor.

Un predicador miró de reojo a su audiencia y notó a un caballero de edad avanzada dormitando durante su exposición. Le dijo a un muchacho que estaba sentado junto al santo dormilón: “Amiguito, ¿podrías despertar al abuelito?” El joven respondió: “¿Por qué no lo hace usted? Después de todo usted fue quien lo durmió”. Bien dicho. Si nosotros los dormimos, nosotros debemos también despertarlos. A través de los años, mi más grande temor ha sido ser un predicador que enfada y aburrido. ¿Cómo podemos ser nosotros tan negligentes en nuestros púlpitos que nuestra audiencia se queda dormida?

En nuestros púlpitos tenemos demasiados predicadores que enfadan, que aburren. Algunos de ellos son hombres de Dios, y sin embargo son aburridos. La piedad es un requisito para todos los líderes, pero predicar apasionadamente es un requisito extra para todos los predicadores. Me gusta lo que Charles Spurgeon dice:

"Debemos considerar a las personas como la madera y el sacrificio; bien mojados, una segunda y tercera vez, mediante el cuidado durante la semana, sobre lo cual, como el profeta, debemos traer en oración el fuego del cielo. Un ministro que enfada crea una audiencia aburrida. No puedes esperar que tu personal de oficina y miembros de la iglesia viajen en una nave, si su propio pastor todavía viaja en una carreta vieja"

Y hablando de pastores aburridos considere esta acusación:

Yo diría que un “predicador que aburre” es una contradicción de términos, si es aburrido no es predicador. Puede pararse en un púlpito y hablar, pero ciertamente no es un predicador. Con el gran tema y mensaje de la Biblia, el aburrimiento no es posible. Esto es lo más interesante, lo más emocionante, el aspecto más absorbente en el universo; y la idea de que puede ser presentado en una forma aburrida me hace dudar seriamente si los hombres que son culpables de ese aburrimiento han entendido realmente la doctrina que ellos confiesan creer y por la que abogan. Muy a menudo nos traicionamos a nosotros mismos por medio de nuestro comportamiento.

No permita Dios que declaremos su palabra en una manera “muerta e insensible”.


¿Qué pasó con nuestra pasión?

¿Por qué hay tantos púlpitos sin predicadores apasionados? ¿Quién llevó a la iglesia a heredar una compañía de pastores tan diferentes a los primeros heraldos que pusieron al mundo de pie con sus predicaciones? No hay ninguna cosa que justifique nuestro aburrimiento en el púlpito. Entre los factores que quitaron la pasión de nuestros púlpitos están los siguientes:

Causas de pérdida de pasión


  • Imitar conferencias recibidas en el seminario
  • Intelectualismo
  • Inexperiencia
  • Personalidad inhibida
  • Desconocimiento de la audiencia

Imitar conferencias recibidas en el seminario
Invariablemente imitamos a nuestros profesores del seminario, quienes, en su mayoría no están dotados para predicar. Estos hombres estudiosos son maestros en sus disciplinas (las lenguas, teología, arqueología, y así por el estilo). Son ellos los que nos hacen penetrar en los aspectos finos del texto, pero por otro lado, no tienen una agenda muy ocupada en predicaciones.

En un ambiente cerrado y disciplinado, el contenido importa más que el comunicar el mensaje, y algunos instructores se jactan de ser más profundos que comunicadores. La naturaleza del seminario permite tal cosa y el estudiante es altamente motivado para adquirir información por medio de calificaciones, de la graduación y por el costo de la educación. Sin embargo, muchos de nosotros nunca cambiamos este estilo de cosas después de salir del seminario. Tomamos el formato del salón y lo trasladamos al púlpito y esperamos que las personas en las bancas sean motivadas y preparadas para recibir la gran cantidad de información que hemos preparado para ellos, como si estuviéramos en nuestra clase de seminario. Como dijimos, una conferencia y un sermón no son lo mismo.
La conferencia del seminario es por su propia naturaleza material condensado en algún aspecto, carente de ilustraciones o aplicaciones. Es la Palabra “cruda”. Es también un bosquejo en forma ordenada, adecuado para los que toman notas como para los que organizan su material. Además, la carga de entender y recordar la información es puesta más en el estudiante que en el que dicta la plática. Aún más, en el salón de clases hay homogeneidad que no se encuentra necesariamente en la iglesia. La audiencia en la clase tiene la misma fe, llamado, habilidad académica y terminología.

La iglesia es completamente diferente. Ahí el pastor tiene la responsabilidad de comunicarse. La iglesia puede medirse en rangos: de amistosa a hostil, de creyentes a no creyentes, de niños a ancianos, de profesionales a obreros, de ricos a pobres, de los que están deseosos de oír y obedecer a los que son completamente apáticos. Tal situación obliga a un estilo diferente de comunicación. Es aquí donde necesitamos predicar apasionadamente.

Intelectualismo
Los primeros predicadores fueron instruidos en la escuela de la vida, por medio de la experiencia. Enfatizaban el cambio en las vidas, rescatar almas del infierno y un avivamiento religioso en el alma. Nosotros, por otra parte, estamos entrenados en lo universitario, donde el énfasis está puesto en la erudición, no en la santificación. Se nos enseña a cuestionar, a argumentar, a dudar, a debatir y a subrayar la parte cerebral del cristianismo. Cuando nos transferimos al contexto de la iglesia local, muchos de nosotros no cambiamos tal forma de ser. Las necesidades reales y las “sentidas” de las personas, nunca son satisfechas ni tratadas.

La predicación intelectual no debe ser, necesariamente, una predicación desapasionada. El error del intelectualismo es que sirve para promover el conocimiento propio, para impresionar a la audiencia, y para evitarle al no iniciado que reciba las verdades más profundas. ¿Qué tan buena es la verdad comunicada enigmáticamente en el lenguaje de los “caldeos”? La verdadera predicación intelectual hace que la verdad se entienda con sencillez; comunica verdades profundas eficazmente. Se dice que la prueba de la inteligencia es hacer que lo sublime sea claro para los humanos. ¡Cuánta verdad hay en ello! Deberíamos procurar obtener una “mirada intensa” en los niños que nos escuchan. Con esto me refiero a cuando ellos se esfuerzan para mirarte por ser un adulto que llamaste su atención. Ahora la verdadera inteligencia logró su más fina proeza.


Inexperiencia en la vida
Como veremos después, el tiempo y la prueba pueden guiarnos a la pasión. En su mayoría, nuestros graduados del seminario son jóvenes e inexpertos. La Palabra aún no se ha filtrado a través de las fibras de su ser, por lo mismo son incapaces de sentir profundamente muchos temas contenidos en la Biblia. Aun el orar podría ser extraño para ellos.
–Bueno, ¿cómo le gustaría que fuera su nuevo pastor? –Le pregunta un miembro de la iglesia a otro.
–Bien,–responde. Nuestro nuevo pastor debe conocer cosas de Dios que nuestro antiguo pastor ni siquiera sabía que Dios tiene.
Mientras un ministro madura, su pasión debería incrementarse. ¿Se ha dado cuenta usted por qué los pastores de edad exigen atención? ¡Es porque han vivido la verdad!

Personalidad inhibida
Algunos hombres por naturaleza son tímidos, reservados e inhibidos con relación a sus sentimientos. Desdichadamente nuestro ambiente seminarista de intelectualismo recluido, apela a este temperamento. Además, nuestro temor a parecer demasiado emotivos, manipuladores y poco intelectuales, nos hace querer ocultar cualquier manifestación de emoción, excitación o sentimiento profundo al predicar. Nuestro temperamento tiene mucho que ver con nuestra predicación. Pero nadie debe desesperarse. Solo lea lo que John Broadus dijo hace poco más de cien años, y creo que hoy día eso es una gran verdad:

"El principal requisito para un estilo enérgico es una naturaleza enérgica. Debe haber un pensamiento vigoroso, el deseo de un pensamiento apasionado y un propósito determinado para lograr un objetivo o el estilo del hombre no tendrá verdad, energía máxima. En este sentido, es una gran verdad que un orador nace, no se hace. Sin estas cualidades uno puede dar valiosas instrucciones, sin estas cualidades uno podría predicar lo que los admiradores simples llaman “hermosos sermones”. Pero si un hombre no tiene fuerza de carácter, un alma apasionada, nunca será realmente elocuente. Hay, sin embargo, hombres tímidos y sensibles que cuando mediante la práctica han adquirido confianza, cuando se presenta la ocasión sacan fuerzas, demuestran mucha más maestría natural de lo que ellos pudieran haber pensado que tenían"

Mi propia experiencia es muy similar. Por naturaleza soy tímido e inhibido, y durante mis primeros años tuve un alto grado de pánico de escenario. Sin embargo, Dios me concedió superar esta debilidad y desarrollar un grado de pasión en mi predicación. Si hubo esperanza para mí, hay también esperanza para otras almas tímidas.

El deseo de escribir este libro obedece tanto de lo que Dios ha hecho por mí, como de lo que he logrado entender que la iglesia necesita del predicador. Creo que los hombres tímidos pueden llegar a ser predicadores apasionados, si están deseosos de tomar los principios discutidos en los siguientes capítulos y adaptarlos a sus personalidades. No es mi deseo cambiar la personalidad de ningún hombre, solo aumentar la naturaleza apasionada de su personalidad. Cada uno es apasionado, pero algunos de nosotros tenemos restringida la pasión por varias razones.

Desconocimiento de la audiencia
No tenemos pasión porque no fuimos enseñados a tomar en consideración a las personas a quienes les predicamos. Muchos predicadores son como el cartero; se preocupan por entregar la correspondencia, pero no se preocupan en lo más mínimo si la leemos o no. Su trabajo es simplemente entregarnos la correspondencia. Muchos predicamos de esta forma. Entregamos el contenido, la verdad, sin preocuparnos si las personas nos están entendiendo, o si nos están escuchando.

Una verdadera conversación se lleva a cabo cuando uno habla y el otro escucha y comprende. Cuando falta uno de estos dos factores, no existe comunicación. Es lo mismo con la predicación. Cuando nuestra audiencia deja de oírnos, nuestro sermón se termina. Nueva‐çmente, en nuestro laboratorio de predicación observé a hombres predicar cuando todos los de la clase se han distraído, o están revisando notas de otras clases; otros no hacen contacto visual con el predicador durante todo el sermón. Es más, el predicador estaba tan “sumergido en su sermón”, que ni siquiera notó que todos se habían bajado del autobús en la parada anterior.

Estar consciente de la audiencia es crucial para una predicación apasionada. Debemos estar al tanto de nuestra audiencia antes de predicarles y durante la predicación. No estar conscientes de ello, nos lleva a predicar sermones que nadie necesita oír o a predicar en forma tal que nadie nos quiere oír.

Se puede aprender a predicar con pasión

El común denominador para todos nosotros es que podamos aprender a predicar con pasión aun si no somos apasionados por naturaleza. En el curso de este libro, se le llevará a través de varios pasos que le guiarán a ser más apasionado en su predicación y finalmente más eficaz. Mi deseo es que ya no más se diga de usted que es “aburrido” o “monótono”, por su predicación.

Predicando con pasión


Capítulo 1: Predique con poder espiritual
Capítulo 2: Predique con convicción
Capítulo 3: Predique con compasión
Capítulo 4: Predique con autoridad
Capítulo 5: Predique con sentido de urgencia
Capítulo 6: Predique con quebrantamiento
Capítulo 7: Predique con todo su ser
Capítulo 8: Predique con imaginación


Predicando con Pasión Predicando con Pasión Reviewed by Trono de Gracia on septiembre 05, 2009 Rating: 5

1 comentario:

  1. Jeremías 23:16
    "Así ha dicho Jehová de los ejércitos: No escuchéis las palabras de los profetas que os profetizan; os alimentan con vanas esperanzas; hablan visión de su propio corazón, no de la boca de Jehová."

    La palabra, la enseñanza que lleva en verdadero seguidor de Cristo Jesús no tendrá que ser utilizada para gloria personal, ni para su fama, ni para utilidad para complacer a los oyentes y poniendo atención a la satisfacción, sino tendría que ser la palabra como ante Dios, para Su gloria.
    Cuando uno habla, anunciando la Verdad no debe hablar con su filosofía, ni con su entendimiento propio, ni con sabiduría de palabras, para que no se haga vana la cruz de Cristo…
    (1 Corintios 1:17) “Pues no me envió Cristo a bautizar, sino a predicar el evangelio; no con sabiduría de palabras, para que no se haga vana la cruz de Cristo”.

    (1 Pedro 4:11) “Si alguno habla, hable conforme a las palabras de Dios; si alguno ministra, ministre conforme al poder que Dios da, para que en todo sea Dios glorificado por Jesucristo, a quien pertenecen la gloria y el imperio por los siglos de los siglos. Amén.”

    … la palabra de Dios que oísteis de nosotros, la recibisteis no como palabra de hombres, sino según es en verdad…
    (1 Tesalonicenses 2:12-13) “12 y os encargábamos que anduvieseis como es digno de Dios, que os llamó a su reino y gloria. 13 Por lo cual también nosotros sin cesar damos gracias a Dios, de que cuando recibisteis la palabra de Dios que oísteis de nosotros, la recibisteis no como palabra de hombres, sino según es en verdad, la palabra de Dios, la cual actúa en vosotros los creyentes.”
    (1 Corintios 2:5) “para que vuestra fe no esté fundada en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios.”

    http://psicologiadelexito.blogspot.com/2009_10_01_archive.html

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